Resignificar la denuncia como mecanismo para visibilizar el racismo y poder ayudar a futuras víctimas
El pasado mes de diciembre llevamos a cabo la presentación del informe “INFRA-D: resignificando la denuncia”, que supone una investigación cualitativa que profundiza en el fenómeno de la infradenuncia de casos de discriminación racial con la población migrante subsahariana, planteando el desafío de revertir los datos de infradenuncia a través de “resignificar el acto de denunciar” para que empiece a ser percibido como útil para las potenciales víctimas de discriminación racial y étnica en España.
En esta presentación, que tuvo lugar en Madrid, se abordaron distintos aspectos sobre las causas que hacen que las víctimas de estas discriminaciones no formalicen la respectiva denuncia ante las autoridades u órganos competentes. Entre las causas que apunta el informe destaca especialmente que estas personas consideran que la formalización de la denuncia no suele cumplir las expectativas de quien la realiza, apuntando en no pocas ocasiones que “no sirve para nada” y “solo trae más problemas”. Así, entre estas expectativas incumplidas se encuentra la percepción de que no son un mecanismo efectivo para generar un cambio que ponga fin a la discriminación racial, señalando que “no se puede obligar a nadie a que te quiera o te trate bien”.
Por otro lado, por parte de las víctimas, al sentirse parte de una minoría muy estigmatizada en España, se percibe una sensación de falta de respaldo por la sociedad de acogida y por las instituciones públicas, considerando que no se tiene la necesaria credibilidad ante estas en estos procedimientos.
Además, las personas migrantes consideran ampliamente que, tras la realización de la denuncia, queja o reclamación, no se investiga hasta el final y no van a conseguir tener una respuesta. A esto se suma la necesidad que tienen de sentirse integradas en la sociedad, teniendo “un historial impoluto” y sin haberse vistos involucrados en algún problema, aunque ellas fueran las víctimas; todo lo contrario a lo que perciben que ocurriría si realizan esa denuncia.
Finalmente, quienes sufren estos actos de discriminación esperan que esa denuncia tenga como resultado que se resuelva el problema concreto que ha generado el incidente racista. Sin embargo, opinan que no sirve para ello puesto que las denuncias o quejas suelen ser procedimientos muy largos, complejos y, a veces, costosos que les impide ejercer plenamente sus derechos en el corto plazo.
Por estos motivos las personas migrantes consideran que la denuncia no solo no soluciona estos problemas, sino que la relacionan casi de forma inmediata con tener más problemas, según indica el estudio, viéndola como una mayor exposición a las represalias u otros conflictos de cualquier tipo, ya sea con el agente discriminador, con que les abran un expediente de expulsión del país, con rechazo por parte del entorno social o laboral…
Aun así, sí hay quien se posiciona a favor de realizar esa denuncia entre las propias personas migrantes, defendiendo esta acción con un componente de aprendizaje de la cultura de defensa de los derechos, así como de empoderamiento al sentirse parte activa de la sociedad de acogida al hacer uso de los mecanismos que posee la propia sociedad para hacer frente a estas vulneraciones de derechos. De la misma manera, en otras ocasiones se realiza esta denuncia como respuesta “a la gota que colma el vaso por haber tenido que sufrir y aguantar muchas violencias racistas a lo largo de los años”, fuera de sus países de origen, para ya poner freno a estas conductas.
En este sentido, estas posiciones giran en torno a la capacidad que tiene el hecho de denunciar de visibilizar, sentar precedente, poner en valor, acompañar a futuras víctimas y alertar a la sociedad en general de que existe mucho racismo normalizado hacia las personas migrantes y negras. En otras palabras, se reivindica el acto de denunciar como forma de preparar el camino para las personas que vengan después, aun a sabiendas de que para ellas mismas quizás sea un proceso muy largo y sacrificado, pero que tendrá un resultado a largo plazo. Así, los mensajes más repetidos entre las personas que defienden estas posturas son: “que no lo tengan que sufrir más otras personas” y “si todos nos callamos, no se consigue nada”.