La 66 Berlinale y la inmigración

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Berlinale 2016

Este jueves 11 de febrero se abría la Berlinale 2016, uno de los festivales de cine más prestigiosos del mundo que en este año celebra su edición número 66.

Hasta el fin de semana del 20 y el 21 de febrero se proyectarán un total de 434 películas, 18 de ellas concursando en la sección oficial del festival, en pugna por conseguir el preciado Oso de Oro.

En pleno corazón de Europa, en la capital alemana por donde pasan gran parte de las decisiones que afectan directamente al rumbo del continente, en la presentación del festival, su director, Dieter Kosslick, subrayaba hace algunos días que el fenómeno migratorio era en esta ocasión uno de los principales ejes de contenido de la Berlinale.

“Lo haremos desde la perspectiva del derecho a la felicidad, a la vida o a la mera supervivencia de todo ser humano”, explicaba Kosslick, en declaraciones recogidas por la agencia EFE.

Sólo entre las películas a concurso en la sección oficial hay dos centradas específicamente en las migraciones, que señalan dos de esos puntos geográficos ‘calientes’ en el particular mapa de la migración.

En mitad de la vorágine y la absoluta emergencia humanitaria que se vive en el sur de Europa en los últimos meses (años), se presenta “Fuocoammare”, entre la ficción y el documental, dirigida por el italiano Gianfranco Rosi, realizada después de dos años de recoger experiencias en la isla de Lampedusa, a la que decenas de miles de personas han arribado en los últimos años atravesando el canal de Sicilia desde las costas de África.

“Es una película dura, con imágenes que no querríamos ver. Pero que podríamos encontrarnos no sólo en el cine, sino como turistas en una de nuestras playas”, apuntó Kosslick en la presentación del festival.

Unas palabras que dejan ver la realidad de una Europa centrada en mirarse el ombligo (con todos sus problemas y carencias incluidas), que de pronto se hace consciente, estupefacta y a la fuerza, de que al otro lado del mar la guerra y la pobreza llevan a la gente a la desesperación y a asumir cualquier riesgo con tal de conseguir una mejor oportunidad de vida.

La otra película en sección oficial es la única que este año se presenta a concurso desde Latinoamérica. Viene de México, aunque es una coproducción franco-alemana-mexicana y de director iraní, Rafi Pitts. El protagonista es un joven mexicano de 19 años que también salta una frontera, atraviesa un desierto y busca su particular El Dorado, llamado EE.UU. Una vez allí, como inmigrante ilegal y sin apenas posibilidades, se unirá al ejército en busca de la ansiada Green Card o residencia permanente. Toda una metáfora de un mundo global en el que las migraciones y la desigualdad, o más bien al revés, son dos de sus principales señas de identidad.

La Berlinale será reflejo así pues de las íntimas contradicciones de esta vieja Europa. No dejan de elevarse muros y obstáculos para las personas refugiadas, no dejan de morir en el mar decenas de personas casi cada semana en el intento de alcanzar su territorio. Al tiempo, coexiste afortunadamente una Europa de mirada más solidaria y compasiva. La realidad muestra con toda su crudeza cuál de las dos se impone.

Pero incluso en su mejor cara, como en el cine, todo no deja de tener un aire de decorado, un tacto de cartón piedra. El titular se multiplica, grave: «El drama de la inmigración centrará una Berlinale densa».

Titulares que recuerdan, salvando las distancias, por su solemnidad pretendida, al anunciado y acordado proceso de reubicación de los refugiados llegados a Italia y Grecia, ralentizado hasta la parálisis. Se acordaron más de 150.000. Hasta ahora, poco más de 300 refugiados reubicados en el resto de estados de la UE. La eterna dicotomía entre hechos y palabras.

Desfilan ya por Berlín los hermanos Ethan y Joel Coen, que ayer estrenaron “¡Ave, César!” acompañados por George Clooney, Ralph Fiennes, Josh Brolin o Tilda Swinton; pasarán también en estos días  Clive Owen, Spike Lee, Gerard Depardieu, Emma Thompson, Isabelle Huppert, Jude Law, Daniel Brühl o la española María Valverde, entre otros muchos.

Una semana para que, como nos gusta decir en Refugiados en el Cine, se abran nuevas ventanas cinematográficas sobre la realidad, que nos permitan descubrir nuevos ángulos y enfoques, nuevos personajes y matices, nuevas miradas que despierten la complicidad y la solidaridad. Que despierten conciencias. Que alienten cambios.

El País recogía las palabras de Meryl Streep, la flamante presidenta del jurado de la 66 Berlinale, con sus 19 nominaciones a los Óscar y sus tres estatuillas doradas, en una declaración de intenciones sin duda estimulante: “Personalmente, lo que estoy buscando en la Berlinale son películas con intención de provocar, que en su interior haya humanidad”.

El cierre, cargado de buenos propósitos, no deja de volver a mostrar esa tan familiar sobreactuación nuestra, como los aplausos que siguieron a sus palabras:

“Somos todos africanos, somos todos berlineses”.

Y… no es así.

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