¿Trata de blancas?

¿Por qué tenemos que abandonar para siempre la expresión ‘trata de blancas’?

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Todavía hoy, y a pesar del esfuerzo e insistencia de numerosas organizaciones de la sociedad civil, como Accem, cada poco escuchamos en una noticia, en la radio, en la televisión, pero también en una charla o en una conversación, una expresión que deberíamos abandonar de una vez por todas: ‘trata de blancas’.

Cuando oímos hablar de la ‘trata de blancas’ normalmente es en un contexto informativo que suele estar cargado de buenas intenciones, de hacer visible la explotación salvaje que sufren muchísimas mujeres en el mundo.

Es, sin embargo, profundamente desafortunado y desaconsejable mantener esta expresión, por las razones que vamos a exponer a continuación.

La razón fundamental es que cuando hablamos de ‘trata de blancas’ estamos haciendo uso de un concepto cargado de connotaciones racistas, que valoraba únicamente como relevante la explotación de mujeres blancas procedentes sobre todo de Europa y Norteamérica.

Es en los últimos años del siglo XIX y primeros del siglo XX cuando se identifica la violencia que sufren mujeres, fundamentalmente europeas, que, en un contexto de pobreza y vulnerabilidad, comienzan a ser víctimas de tratantes que comercian con ellas y las explotan sexualmente, trasladándolas como concubinas o prostitutas a diferentes países de Asia, África o Europa del Este. Naciones Unidas interviene y comienza a articular instrumentos para actuar frente a esta lacra. Así, surge en 1904 el Acuerdo Internacional sobre Represión de Trata de Blancas, que tendría continuidad en 1910 con la celebración de la Convención Internacional para la Represión de la Trata de Blancas.

Esta expresión de la ‘trata de blancas’ era heredera de una larga historia colonial y de esclavitud, que toleró y permitió durante siglos la extracción forzosa de mujeres de sus lugares de origen, así como su comercio como si de mercancía se tratara, y la explotación de sus cuerpos y sus vidas, como mano de obra esclava, como servidumbre y como objeto sexual. Dado que este trato violento, denigrante e inmemorial hacia las mujeres ‘no blancas’ estaba profundamente normalizado y arraigado, no es extraño que quedaran fuera del problema identificado de la ‘trata de blancas’.

Este carácter racista, colonialista y eurocéntrico es el motivo principal por el que tenemos que desterrar de una vez por todas del lenguaje el término de la ‘trata de blancas’. Es importante sustituir esta expresión por la más correcta de trata de personas, la forma moderna que ha tomado el viejo fenómeno de la esclavitud en nuestro tiempo.

Trata de personas: todas las víctimas, todas las formas de explotación

La trata de personas es, por otra parte, un fenómeno muy amplio y complejo, que afecta a mujeres, hombres, niñas, niños y personas transgénero, realidades que quedan invisibilizadas cuando se habla de ‘trata de blancas’. No hay que dejar de señalar, al mismo tiempo, que el 72 % de las víctimas de trata son mujeres y niñas, como revelan los datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, informe anual 2018) y que la trata constituye por tanto también una forma específica y muy grave de violencia de género.

Por otra parte, la ‘trata de blancas’ remite directamente en el imaginario colectivo a la explotación sexual, y siendo esta una de las caras más habituales y más terribles de este fenómeno, la realidad indica que las finalidades de explotación son, de nuevo, muchas más: trabajo forzado, servidumbre por deudas, obligación de comisión de delitos, matrimonio forzoso, tráfico de órganos, mendicidad forzada, etc.

Así pues, dejar de utilizar eso de la ‘trata de blancas’ no es un capricho ni una cuestión puramente formal o de corrección política. Se trata de una expresión anacrónica que no nombra ni define adecuadamente la realidad a la que se refiere; que invisibiliza a muchas de sus víctimas y muchas de las formas de explotación que sufren millones de personas en el mundo; que es heredera de una visión racista y discriminatoria hacia las personas ‘no blancas’ y que es necesario hacer evolucionar en el lenguaje para referirnos de manera precisa a la esclavitud del siglo XXI: la trata de personas.

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