Protagonista
Por Mercè Passola Torrent
En toda la semana no han venido a verme, ni tan solo me han telefoneado. Entiendo que todos tienen su trabajo, pero… Tengo ochenta y cuatro años. Las caderas y las piernas apenas me dejan andar. Los brazos y las manos hacen lo que pueden. Las labores de la casa quedan muy dejadas por el dolor. ¡Ah! y tengo el síndrome de las piernas inquietas, que no me dejan dormir. Hace más de treinta años que sufro una depresión. Divorciada y con una paga ínfima de mi ex.
Todo esto me provoca una gran soledad que me hace llorar intensamente, y no veo la solución. El Gobierno autonómico no hace nada, a pesar de que insisto mucho. Decido que esto no puede seguir así. Me siento para replantearme como lo puedo estructurar.
Comienzo a tener las ideas más claras y… ¡ya sé que hacer! Escribiré un cuento sobre estos momentos que vivo, quiero sentirme la heroína de esta aventura. Es el viaje, a través de un trozo de mi vida. Por primera vez, sentiré que yo decido como quiero vivir. Coger el control de mis emociones, de mi dolor y de mi soledad. Ahora soy yo la protagonista.
Para hacer este viaje preciso pocas coses, pero sí que necesito espacio. Libero la casa llena de recuerdos, necesito estar conmigo misma, y los pongo todos dentro de una caja. Cuando siento una poco de nostalgia, la abro y… ¡Qué recuerdos tan entrañables! Es como retornar a vivir aquellos instantes. Estoy muy contenta, me siento acompañada. Pero recuerdo que el camino lo hago yo sola y los devuelvo a su sitio.
Cuando siento la presencia de la soledad, me pregunto. ¿Cómo saldré de esta? ¡Ya lo sé! suspiro. Como que me gusta escribir, sobre todo poemas, cojo el boli y hago el primer poema del cuento a la naturaleza. Ella me abre el corazón y entonces todo fluye mejor. Después un poema a mis hijos. Les explico la felicidad que siento haciendo estos garabatos en el papel, que me conectan con ellos. Si puedo, continuo con las amigas. Es tan maravillosa esta aventura que a veces me levanto sin darme cuenta que no hay dolor en mi cuerpo.
Hoy sí que dormiré tranquila. Escribo un cuento en el mismo momento que lo vivo. No lo había hecho nunca; lo encuentro muy estimulante, hace que busque soluciones. La narradora explica y la protagonista actúa. ¡Qué divertido! Soy yo misma.
La noche empieza muy bien, estoy tranquila después de un día tan diferente a todos. Cada vez es más alentador. Pero sólo han pasado cuatro horas, cuando ya me despiertan las piernas, empiezan su baile. ¡Oh no! protesto. ¿Por qué no podéis estar quietas? Quiero dormir, mejor dicho, necesito dormir, el cuerpo está cansado. En este momento no recuerdo que soy la protagonista de la historia y me enfado. Me levanto y voy a la cocina a comer una magdalena con un poco de leche. No he terminado el primer mordisco, cuando recuerdo que escribo la historia real de estas vivencias y me digo: ¡oh no! de esta manera no puedo continuar, no sé qué hacer.
Las emociones surgen como un caballo desbocado. La tristeza y la rabia hacen su trabajo, saben que me siento sola y ahora es el momento. Las piernas no paran y yo quiero dormir. La cabeza empieza a recordar cómo he cuidado a mis hijos, cómo luché sola por ellos, para que llegasen donde están y estoy sola. Por mi mente pasa toda la película de mi vida y me siento olvidada, arrinconada. ¡Ya está! La depresión quiere protagonizar el cuento, ella gana siempre, me digo. Pero no, no y no. Yo soy la heroína de mi historia, la puedo cambiar como quiera. quiero que paren las piernas, ¿cómo hacerlo?
Estoy abatida, no veo una salida y cada vez me siento más hundida. La medicación es la solución, pero esperaré, por si puedo encontrar una salida. Hago todo lo que sé, respiraciones, escribir, miro la televisión, pero nada de nada. ¿Qué puede hacer la protagonista del cuento? me pregunto. No quiero que se acabe aquí el camino. He de encontrar una salida.
Cuando voy a buscar la medicación, viene a mi mente un pensamiento, como si alguien me lo comunicase. Me agarro a él como si fuera el barco que viene a buscarme en las frías aguas del mar. Es un pensamiento clarificador y lógico. Pero vuelvo a dudar. Esto no puede dar resultado, es demasiado complicado para mí, estoy demasiado abatida y sola, voy diciéndome. Pero ¿no eres la heroína? Tú sabes que ellas tienen poderes mágicos y siempre consiguen lo que quieren. Si no lo has probado, ¿cómo lo quieres saber? Voy hacia el sofá, si me vence el sueño, allí mismo puedo estirarme.
Sigo las instrucciones y empiezo.
̶̶ Ponte tan cómoda como las piernas te dejen. Míratelas, ellas tienen su porqué que tú no sabes. No las juzgues, ni te quejes, sólo míratelas. Ámalas, perdónate por no entender su mensaje. Respira lentamente, si puedes. No has de hacer nada más.
La mente va diciendo: todo esto son pamplinas, no sirve para nada. Pero yo respondo:
̶̶ ¡Yo soy la protagonista que lo puede todo!
Lo hago, veré qué pasa. Muy concentrada, siguiendo las instrucciones, las piernas continúan moviéndose. Como que soy la heroína y lo puedo todo, continúo.
Me despierto. No sé lo que ha pasado, pero las piernas están quietas y yo he dormido. Casi no me lo creo. ¿Será verdad que funciona? Sigo realizando este ejercicio, siempre que ellas empiezan a moverse. Muchas veces no lo consigo. Pero el tiempo ha hecho que yo, la protagonista, saque de mi interior todo lo que soy y así los resultados han sido inmejorables.
No sólo lo hago cuando las piernas se mueven, también con el dolor, con la tristeza, con la soledad y, poco a poco, voy experimentando que la soledad ya no quiere nada de mí. Cada día escribo mi cuento y voy consiguiendo vivir sola. Mis hijos han notado el cambio y, sin decir nada, vienen a verme y telefonean más frecuentemente. Yo, feliz, tengo el control de mis emociones, de mis pensamientos y, sobre todo, de mi soledad. Ya puedo vivir sola sin sentirme sola.
Ahora no busco las respuestas fuera, están en mí, la protagonista.