Madre anciana

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Madre anciana

Por José Joaquín Sanchez

Un balanceo de silla es prueba de vida suficiente. Un mando, en su mano impávida, incolora, mutaba cadenas de gentes hablando de cosas, de cosas de gentes que pasan la vida. Miraba colores que nunca vestía, tan vieja e inmóvil como juez antiguo, cansada de olvido de hijos paridos.

Guardaba en su bolso de antaño caramelos de menta y recuerdos de misa, que daba a sus nietas indistintamente. Sentada y distante y tan sola como la palabra de los moribundos.

Pensamientos en blanco y negro y reproches lejanos cerraban sus ojos en cada atardecida.

Pero un toque de timbre o un coche aparcando, impulsa el nervio detrás de su espalda, para correr al quicio a ver lo soñado.

Pero no.

Y volvía, como si un balcón cayera en su nuca, a sentarse de nuevo en su estancia, distante, en su silla que siempre la espera, para ver a las gentes reír de sus cosas.

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