Cuatro testimonios

“Nunca seremos suficientemente mayores como para no poder aprender algo nuevo. Por ejemplo, ya no me siento cómoda caminando kilómetros hasta el atardecer, así que he buscado nuevos retos que se adapten a mis condiciones actuales. Hace unos meses le he dado una oportunidad a la pintura y he descubierto una gran pasión. Mi último intento fallido fue el piano, creía que me encantaría, pero resultó ser un error.
No pasa nada por probar y fallar, lo importante es no cerrarse a vivir nuevas experiencias, a tener nuevas sensaciones, así descubriremos cosas nuestras que ni sospechábamos. Sólo tenemos una oportunidad de vivir, no podemos dejar que el tiempo nos quite parte de la magia que es la vida.”
Lorena Rodríguez Rial, 83 años
“No veo a la vejez como algo negativo, como mucha gente piensa. Para mí el secreto está en adaptar lo que puedo hacer a mi situación actual y sobre todo mantenerme muy activa, evitar el aislamiento y seguir viviendo intensamente. Y me preguntareis ¿qué hago para conseguirlo? Pues entre otras cosas hago gimnasia varias veces por semana, realizo ejercicios de memoria, atención, lenguaje, disfruto con actividades de música, baile y doy mucha importancia a mi ocio y tiempo libre, entre otras cosas. También quedo con mi grupito de amigas del barrio y pasamos la tarde en el parque, como si fuéramos quinceañeras. En definitiva lo que hago es seguir disfrutando de los pequeños placeres de la vida. ¡Ah, otra cosa muy importante! no hay domingo que no baje a tomar mi vermut con las amigas, hay cosas que son sagradas.”
Aurea Egido Barrena, 91 años
“Ahora, que mis nietos han crecido y ya no me necesitan, ahora que tengo tiempo para mí misma, he escrito una lista de sueños pendientes.
¡He vuelto a las aulas! Sé que ya no puedo ir a clases de zumba, como pretendía, pero sí que puedo asistir a gimnasia de mantenimiento; ya sabéis aquello de: “Madrecita, que me quede como estoy”. También acudo a informática. La tecnología es el mejor modo de estar en contacto con toda la familia a la vez. Y además cuento con la ayuda de Google, que responde a todas mis preguntas sin llamarme pesada. Mi memoria ya no es la de antes, pero no importa. Como decía mi madre, más vale un lápiz corto que una memoria larga.
Las alumnas de “Aulas de la Tercera Edad” seguimos siendo mujeres otoñales, pero la ilusión que nos hacen sentir allí hace que florezcan brotes de primavera en nuestro interior.
Raquel Zaragoza Durá, 64 años
“Ellas, las mujeres mayores, las sabias, las de la generación que tuvo que defender un sitio social, una visibilidad, un derecho para poder trabajar, para poder heredar, para poder firmar, son las que siempre me cuentan que todo pasa, que ahora no se aguanta nada, antes se aguantaba todo….pero que se está mejor ahora.
Esas mujeres han aprendido a plantarle cara a la soledad, han aprendido a cambiar una soledad triste e ingrata en la mayor parte de los casos, por una soledad en la que, a veces, se dejan sorprender. Donde cualquier novedad en sus vidas supone poder vivir algo que un día quedó aparcado o sin posibilidad, no es fácil para ninguna dejar atrás una vida, pero lejos de cerrarse, observan con curiosidad posibilidades antes ignoradas o no atendidas.”
Teresa Durán Bejarano, animadora sociocultural de un centro de mayores