Aliviando la soledad

Comparte:

Por Carmen Trujillo Petisco

Tras escuchar en la radio la noticia del último caso de fallecimiento de una señora mayor que vivía sola, Alicia bastante preocupada no salía de su asombro.

-¡Parece mentira que esto suceda en Madrid en el 2019! -exclamó en voz baja.

Rápidamente pensó en su vecina Encarna; apenas salía de casa y, tan sólo era unos años mayor que ella. Los sábados por la mañana solía ir su hija a verla y llevarle comida, después de ese buen rato de nuevo se quedaba sola, esa era la única compañía que recibía a la semana la infortunada mujer.

Sin pensarlo dos veces, Alicia se dirigió a casa de su vecina.

-Encarna, soy yo Alicia, ábreme la puerta y charlaremos un rato.

-Espera, que ya llego -respondió Encarna al tiempo en que Alicia escuchaba los lentos pasos de la señora ayudándose del bastón.

Encarna abrió la puerta y ambas vecinas se sumieron en un cariñoso saludo.

-Estaba pensando en salir a dar un paseo. ¿Te gustaría acompañarme?

-No, no, si yo no tengo la costumbre de salir, estoy mejor en casa -respondió Encarna aún con la puerta entreabierta.

-Por eso, te conviene tomar el aire y hoy hace un día estupendo, soleado y con buena temperatura, venga vamos -le insistió Alicia.

-Pero si es que me da mucho miedo caerme, que después estoy muy dolorida y tardo semanas en recuperarme -añadió Encarna con semblante de pesar. Déjalo, te lo agradezco, pero no me atrevo.

-Por favor, acompáñame -le suplicó Alicia-. Te pones un cómodo calzado, llevas el bastón y con mi apoyo nos acercamos al parque a ver jugar a los peques.

-Bueno, pasa, me has convencido. Voy a prepararme…

De esta sencilla forma, Alicia y Encarna acordaron salir a pasear casi todos los días de esa agradable primavera, comenzando a forjar un inicio de lo que llegaría a ser una buena amistad. También decidieron acercarse de vez en cuando al centro de mayores de la zona, e inscribirse en alguna actividad adecuada para ellas.

Alicia solía recibir alguna que otra visita, aunque de corto tiempo, de algunos de sus nietos y otros familiares, encuentros a los que Encarna solía estar invitada como si se tratara de un miembro más de la familia, aunque de vez en cuando ponía alguna que otra excusa para respetar la intimidad de su agradable vecina.

Con razón uno de los nietos mayores de Alicia, estudiante de sociología, había concretado a ambas que, en las grandes ciudades como Madrid dominaba la incomunicación: “cada uno va a lo suyo”, había dicho el joven -recordaba Encarna a quien se le había grabado bien el comentario, aunque realmente, para ella el apoyo con su vecina Alicia le habían venido “como caído del cielo”.

Comparte: