“Europa debería garantizar el cumplimiento igualitario de los DDHH, independientemente de la procedencia del solicitante”
Entrevista a Julia Fernández, presidenta de Accem, que hace un balance de los 30 años de la entidad con motivo del Día de los Derechos Humanos
Defiende que el crecimiento de la organización responde a sus profesionales y a haber tenido la capacidad de movilizar los recursos necesarios para gestionar las diferentes crisis humanitarias
Empecemos hablando del crecimiento de Accem, que ha pasado de 11 trabajadores y cinco voluntarios a principios de 1992 a más de 2.000 personas trabajando en la entidad y batiendo récords de atención en 2022. En pocas palabras, ¿cuáles podrían ser las claves de este crecimiento?
Lo primero que resaltaría es la creación de equipos formados por profesionales y voluntarios en el que se prima la calidad en la atención de las personas. Se trabajó desde el principio en desarrollar metodologías que permitieran que este trabajo profesional fuera mejorando progresivamente e ir trabajando también en el análisis de las situaciones que nos encontrábamos, de las necesidades que las personas tenían. Pero también desde un punto de vista territorial. Estamos en un país diverso, donde los recursos, tanto públicos como privados, son muy distintos.
Trabajar con esos recursos ha sido un elemento que nos han ayudado a ir creciendo, pero también es muy importante la implicación en el territorio, porque una cosa que siempre hemos tenido clara es que no podíamos trabajar solos: es esencial toda la red comunitaria que hay en cada sitio en que trabajamos y, en función de ella, hemos procurado ser un puente, un vehículo, para que las personas que atendíamos tuvieran opción a acceder a esos recursos.
¿Cuánto de determinante ha sido para el crecimiento de Accem la capacidad para adaptarse a diferentes circunstancias durante estos 30 años de historia de la entidad?
Antes de todo, quiero señalar que hay varios factores que han provocado este crecimiento. La primera, que hemos centrado nuestros esfuerzos es dar una atención de calidad, ajustada a las necesidades de las personas. Somos una entidad, que aún a día de hoy, no hay relación entre lo que hacemos y lo que nos conocen. Seguramente, gastamos menos energía de la que deberíamos en que nos conozca el público, pero lo que saben las instituciones y otras organizaciones es que cuando decimos que podemos hacer algo, es porque podemos. Somos una organización fiable.
Hemos afrontado muchos retos, pero han sido muy medidos, porque lo que queremos es hacerlo bien. Ha habido momentos de urgencia en los que hemos crecido mucho, pero, en cuanto ha habido otros actores, hemos cerrado recursos. Ahora hemos vuelto a crecer, pero aún cuando respondemos a las tensiones externas, también lo hacemos asegurando un servicio de calidad.
La creación de esta red territorial, ¿responde a la necesidad de llegar a más personas, pero también está pensada para adaptarse a las necesidades de cada territorio?
Sí. Empezamos en Andalucía, en Castilla-La Mancha, en Castilla y León, en Madrid y en Asturias. Esto respondía a varias cosas. Primero, creíamos que era importante dar respuesta no solo en grandes ciudades, sino también en espacios más pequeños, lo que ha dado lugar a que llevemos muchos años trabajando en el medio rural. Que no hubiera concentración, sino que pudiéramos trabajar con las personas en diferentes territorios o atender a las que allí estaban de una manera no tan centralizada.
Además, nos marcamos como prioridad que los servicios fueran mucho más allá de una simple acogida de alojamiento y manutención, ofreciendo herramientas útiles para la autonomía y trabajando diferentes aspectos para conseguirlo: desde el acceso a sanidad o educación, pero también el aprendizaje del idioma, documentación, habilidades sociales…
Consideramos que es imprescindible recrear una red social. Todos tenemos una que nos da estabilidad. Nuestros compañeros de escuela, el barrio, la familia, los amigos de tus padres, la universidad… y a través de ella se puede conseguir información para estudiar, para acceder al ocio o incluso trabajar. Las personas que llegan pierden esa red y una de nuestras tareas es el acompañamiento en su conocimiento del entorno para que se vaya generando una nueva red.
Otro elemento novedoso que introdujimos cuando empezamos a trabajar en acogida fue que el programa se hacía a través de centros residenciales fundamentalmente y nosotros decidimos que queríamos hacerlo a través de pisos. Pisos en barrios muy normalizados, pisos muy normales, muy bien acondicionados, donde las personas pudieran tener una vida tranquila y que les permitieran conocer la vida de nuestras ciudades o pueblos. De manera que, cuando salieran, pudieran seguir moviéndose en esos espacios, donde además creíamos que la integración sería más fácil.
La excepción, desde el principio y por diferentes circunstancias, ha sido el centro de Sigüenza, que comenzó siendo un edificio residencial y luego ampliamos con un edificio de apartamentos. Tanto el centro como los apartamentos son espacios muy permeables. Las personas se encuentran con sus vecinos, comparten experiencias y vivencias.
Por todo ello considero que el modelo de Sigüenza es un éxito, ya que ha facilitado la llegada de personas de origen extranjero que han dinamizado el territorio rural y se ha trabajado mucho la convivencia en un espacio de integración real, donde la población se ha visto aumentada y rejuvenecida.
Si tuviera que elegir varios hitos en la historia de Accem para explicar su crecimiento, ¿con cuáles se quedaría?
Un hito importante es que fuimos de las primeras organizaciones que empezamos a trabajar con fondos europeos. Empezamos con Horizon en 1991, continuamos con EQUAL y hasta ahora. Los primeros nos dotaron de unas herramientas metodológicas e informáticas que marcaron claramente la visión que está organización aún tiene. Toda la filosofía territorial e integral, todo lo que tiene que ver con partenariado en los territorios, todo lo que tiene que ver con la utilización de herramientas informáticas de cara al desarrollo de metodologías, todo eso, lo tuvimos gracias a los fondos europeos.
También creo que una de las cosas importantes es que esta organización, en cada una de estas crisis, ha tenido la capacidad de movilizar a sus recursos humanos donde hiciera falta. En Melilla, por ejemplo, o en Canarias, con los refugiados de Kosovo, Afganistán… La disponibilidad y la experiencia del personal de Accem ha sido fundamental, porque ha habido que montar recursos y trasladar a personal y luego formar a otros compañeros y compañeras que se quedarían en el territorio si el recurso es estable, como en Canarias. Los profesionales de esta entidad, por tanto, tienen una grandísima disponibilidad y mucha capacidad de compartir el conocimiento, que también es un elemento muy importante.
¿Qué supuso el cambio en la labor de Accem hacia la migración a raíz de las rutas de Ceuta y Melilla?
Fue como quitarnos un corsé. Porque estábamos en muchos espacios donde delimitar entre refugiados y migrantes era complicado. Hay una realidad de personas que no van a tener el paraguas del asilo, pero que necesitan ver cubiertas sus necesidades. También empezamos a trabajar con menores no acompañados y, posteriormente, la Junta de Castilla-La Mancha nos pidió que trabajásemos con niños y niñas, españoles y extranjeros. A partir de nuestra especialidad atendiendo personas de origen extranjero, hemos acabado atendiendo a muchos colectivos en riesgo de exclusión. Del mismo modo hemos desarrollado los programas de salud mental, porque nos encontrábamos con muchas personas con problemas de salud mental para las que no siempre encontrábamos un dispositivo adecuado.
A través de lo que vamos detectando en el trabajo con las personas, de cuáles son las necesidades y cuáles son los recursos necesarios, vamos ampliando campos. Así hemos llegado a trabajar con personas sin hogar, mayores o jóvenes extutelados.
Con los jóvenes extutelados, por ejemplo, hemos trabajado mucho. Ahora, con los cambios legislativos, la situación está bastante mejor y tienen más posibilidades. Pero aún así, en nuestro país, un joven de 18 años vive bajo el cuidado de su familia, con muchos apoyos, mientras resulta que estos chavales, que no tienen red, a los 18 años se les pone en la calle. Por eso seguimos trabajando con extutelados, porque consideramos que hay una franja de edad que necesita un proceso de apoyo para que su proyecto personal sea exitoso.
Con las personas mayores empezamos a trabajar a través de un programa que desarrollábamos con españoles y españolas en Bruselas. Eso nos hizo darnos cuenta de que aquí ha venido siempre población muy joven, migrantes y refugiados, pero esas personas también se hacen mayores, y requieren de otro tipo de acompañamiento. Creemos que hay que coger experiencia para hacer acompañamiento a los mayores para que su vida sea lo más feliz y positiva posible.
Sobre este tema, en Castilla-La Mancha comenzamos por un modelo de espacios de encuentro para estas personas mayores, donde lo que se hace es ayudar a que permanezcan en su vivienda, pero con puntos de encuentro para que, uno o dos días a la semana, hagan actividades y tengan una red que les permita seguir activos, con un apoyo que haga que no se sientan solos. Permanecer en sus viviendas hace que la vida de las personas mayores sea mucho más larga y mucho menos dependiente. Pero también necesitan otros apoyos, por lo que comenzamos con un servicio de comida en casa que va más allá de proveer alimentos ya que hacemos seguimiento y acompañamiento en sus domicilios.
A la hora de abordar proyectos, ¿hay aspectos que son trasversales, como la prevención contra la trata o la protección de menores, por ejemplo?
Trabajamos con cada caso particular, pero extrapolando elementos que hemos identificado a lo largo de los años. En el tema de trata, por ejemplo, se ha trabajado muchísimo, se han hecho campañas de sensibilización, pertenecemos a foros… Pero, sobre todo, lo que hemos hecho es definir qué elementos hay que tener en cuenta cuando una persona es atendida para identificar posibles casos. Y formamos a nuestros trabajadoras y trabajadores en este sentido.
Del mismo modo, trabajamos mucho la minoría de edad. Cuando llegan grupos numerosos de personas, muchas de ellas son menores de edad, y estamos muy atentos para identificar estos casos. Los menores cuentan con una doble protección, por el derecho al asilo y por ser menores.
También en cuanto al tema de la violencia machista, es importante detectar estos comportamientos y trabajar con estas personas.
Por otro lado, hay aspectos, como el voluntariado, que, no siendo el eje central de nuestra organización, juega un papel importante. Hay acciones que en Accem hemos ido desarrollando sin ponerle nombre, como lo que ahora se conoce como ‘mentoring’, que llevamos haciéndolo en territorios, como Asturias, desde hace años y años. Hay voluntarios que se han dedicado a acompañar a personas concretas durante todo su proceso, incluso en aspectos como el ocio, la cultura y la creación de redes. Consideramos fundamental el papel del voluntariado en la entidad y de ahí la necesidad de dedicarles el esfuerzo y el tiempo para hacer real que forman parte del equipo.
¿Cree que el crecimiento del tercer sector y la sensibilización de la sociedad han sido procesos paralelos?
El desarrollo del tercer sector viene motivado por el desarrollo de este país, por la pertenencia a la Unión Europea, que marca ciertos estándares que asumen las administraciones. Eso es lo que lleva al desarrollo del tercer sector. Sin embargo, creo que seguimos siendo un gran desconocido para la sociedad en general. Si ha habido un desarrollo del tercer sector ha sido porque ha habido un desarrollo real de este país. Y eso hay que contarlo y hacer partícipe a la sociedad porque los que estamos en el Tercer Sector lo sabemos, pero eso no implica que lo hayamos transmitido por las vías adecuadas, las que hacen que lleguen los mensajes al conjunto social.
¿Cómo de importante es la colaboración con las instituciones y otras entidades para dar una atención completa e integral?
El mejor ejemplo de que no trabajamos solos es la experiencia del CREADE de Pozuelo de Alarcón. Trabajamos en un mismo espacio físico con el Ministerio de Interior, con el Ministerio de Inclusión y Seguridad Social, con Sanidad… La buena atención viene de la buena coordinación de todos los elementos: que tanto el que haya pasado unas horas como el que pase un par de días, haya recibido una atención ágil, agradable y productiva. Y eso ha sido gracias a que hemos engrasado muy bien el sistema.
Pero eso ocurre no solo en los centros, sino en los territorios en los que trabajamos. Si no trabajamos bien con los servicios de salud, con los de enseñanza y con cada uno de los actores que hacen posible la vida de estas personas, no funcionaría. Nos coordinamos diariamente con multitud de ellos, pero es lo que hace que demos una atención integral y de calidad.
Con respecto a las políticas de acogida de las instituciones en las recientes crisis, ¿considera que se ha tratado igual a todas las personas refugiadas?
Es evidente que ha habido diferencias de tratamiento en la crisis de Ucrania y de Siria, por ejemplo. Con la crisis siria, España, institucionalmente, fue muy solidaria, y socialmente también. Sin embargo, hay países que ahora están siendo muy solidarios y que en su momento dijeron que no pensaban aceptar las cuotas de refugiados. Para Accem, esto es un planteamiento racista.
Una organización como la nuestra no está de acuerdo con posiciones como esa. Europa debería ofrecer a estas personas la igualdad que no le ofrecen sus países. El tratamiento debería ser el mismo independientemente de la procedencia: los sirios escapaban de una guerra y los ucranianos también. Además, habría que impulsar, por parte de las autoridades, campañas de sensibilización para que la concienciación sobre las personas refugiadas sea igual en todos los casos.
En Accem llevamos más de treinta años trabajando para que las políticas sociales abarquen al conjunto de la población, donde se incluyen migrantes y refugiados, y vamos a continuar haciéndolo porque han de ser políticas igualitarias para todas las personas, eso sigue siendo la asignatura pendiente de la sociedad europea, como lo es el respeto de los derechos humanos a nivel internacional.