Derecho a Emigrar

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En el Día Internacional del Migrante, desde Accem queremos volver a incidir en la necesidad de habilitar desde España y el conjunto de la Unión Europea vías seguras de acceso al territorio.

Vivimos en un mundo en el que cientos de miles de personas se están viendo obligadas a abandonar sus lugares de origen o residencia en busca de seguridad y de mejores oportunidades para vivir.

Muchas de ellas se ven abocadas a ese viaje por causa de la guerra y la violencia, por el enquistamiento y la crudeza de conflictos como los que acontecen en Siria, Somalia, Afganistán o Iraq. Estamos hablando de las personas refugiadas.

Pero a la vez, y muchas veces junto a ellas, son también muchas las personas que se ven forzadas a emigrar. Seres humanos que se ven en la necesidad de buscar mejores horizontes para desarrollar su vida, de escapar de la pobreza y el desempleo masivo, de buscar una salida a situaciones en muchas ocasiones desesperadas y sin expectativas.

En España conocemos bien la realidad del emigrante y del inmigrante, las dos caras de la misma moneda. España ha sido un país de emigrantes y es también, desde hace algunas décadas, un país de inmigrantes.

Nuestros abuelos y abuelas, nuestros hijos e hijas, nosotros y nosotras mismos, nos hemos visto en la necesidad de emigrar. Hemos conocido el desarraigo, la incomprensión, la soledad y en ocasiones el recelo e incluso el rechazo. Por eso es importante tener memoria, para ponernos en el lugar del otro, del que dejó todo en su país en busca de su derecho a una vida digna, aquel para el que todo son dificultades y muy pocos los apoyos.

Es intolerable y es una vergüenza la catástrofe humanitaria que tiene lugar en la cuenca mediterránea, esa frontera natural entre África, Oriente Medio y Europa. Más de 3.500 personas se han dejado la vida sólo en 2015 por tener que realizar ese viaje por mar de forma clandestina, en condiciones deplorables. Europa, y por tanto también España, es responsable de este horror por su blindaje, por la falta de vías de acceso seguras a su territorio, y también por la falta de suficientes medios para el rescate y el socorro en el mar.

Sin embargo, en lugar de habilitar esas vías, desde el conjunto de la UE, y por tanto también desde España, se insiste en cerrar el paso al migrante, en levantar muros y vallas, en externalizar la gestión de sus fronteras para que sea aún más difícil llegar. Es inútil. Cambiarán las rutas y volverán a cambiar, pero no se frenará un éxodo que se explica esencialmente en las salvajes desigualdades económicas y sociales que presiden el mundo. El viaje se hará más peligroso, aumentará la desesperación y el dolor, seguiremos espantados por el número de víctimas, pero no se impedirá el deseo, el sueño y la legítima decisión de emigrar para lograr una vida mejor.

Por el derecho a una vida digna. Por el derecho a emigrar.

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