23.000 personas en la calle

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Alrededor de 23.000 personas se encuentran sin hogar en España. Este es el dato que hacía público en el mes de mayo el Instituto Nacional de Estadística (INE), a partir de la Encuesta de Personas Sin Hogar del año 2012.

Con respecto al año 2005, anterior dato de referencia, el número de personas sin hogar se ha incrementado en alrededor de 1.000 personas, concretamente ha crecido de 21.900 personas contabilizadas en 2005 a 22.938 en 2012.

La encuesta, cuyos datos difundía la agencia Europa Press, revela que el 32 por ciento se había quedado en la calle en el último año; el 23,6 por ciento llevaba entre uno y tres años en esta situación y el 44,5% llevaba más de tres años viviendo en la calle. Cifras que van en consonancia con las registradas en 2005, cuando el 38,9% de las personas sin hogar llevaban menos de doce meses en esta situación.

Las 23.000 personas sin hogar en España representan la cara más extrema de la pobreza en nuestro país, la máxima expresión de la vulnerabilidad y la exclusión social.

La ausencia o destrucción de la red social, clave

Entre las razones para quedarse sin hogar, las personas encuestadas señalaron a la pérdida del empleo como elemento fundamental en el 45% de las respuestas; un 26% afirmó no haber podido afrontar el pago del alojamiento y un 12% respondió haber sufrido un desahucio de su vivienda. Estos datos sí muestran un sensible aumento con respecto a 2005, cuando eran el 11,4% los que dijeron que se encontraban en situación de calle al no haber podido pagar su vivienda; los desahuciados se situaban en el 8% y señalaban a la pérdida del trabajo tres de cada diez personas.

Pero hay un elemento esencial que no reflejan los anteriores datos, pero que en cualquier conversación con los profesionales que trabajan con este colectivo sale a relucir como clave en el cúmulo de circunstancias que llevan a una persona a encontrarse en la calle.

Ese elemento fundamental no es otro que la falta de red social, la falta de asideros, el haberse quedado sin nadie, el haber quedado a la deriva, en una situación de total desamparo.

Ana, trabajadora social, era durante la Campaña del Frío 2012/2013 la responsable de que todo funcionara bien en el centro de acogida a personas sin hogar de Vallecas (Madrid). Explicaba lo decisivo de este factor:

“El problema es la falta de red social, la soledad. Yo siempre les pregunto si no tienen un amigo, un pariente que les pueda echar una mano. La gran mayoría son personas que o han agotado su red social o son personas extranjeras que no han podido llegar a construirla”.

La red social y familiar es la que ha evitado hasta el momento que muchas más personas se encuentren en esta situación de calle en un país en el que seis millones de personas se encuentran desempleadas; más de 1.900.000 hogares tienen a todos sus miembros en el paro (datos de la Encuesta de Población Activa en el primer trimestre de 2013) y hay cerca de 600.000 hogares en los que no entra ningún ingreso (Cáritas).

En una coyuntura social y económica en la que los niveles de empobrecimiento han aumentado de forma tan evidente, las redes familiares y sociales impiden que la situación explote. Sin embargo, la capacidad de resistencia de esas redes familiares no será, a buen seguro, ilimitada.

La necesaria intervención precoz

En el pasado mes de febrero, Pedro Cabrera, sociólogo y profesor de la Universidad de Comillas, presentaba los datos del VI Recuento de Personas Sin Hogar de la Comunidad de Madrid, que revelaban que el 24,3% de las personas sin techo en la capital llevan cuatro meses o menos en esta situación, en línea con los datos publicados por el INE.

cronicas-frio-23000-personas-calle-sin-hogar-2Cabrera, director del estudio realizado a iniciativa del Ayuntamiento de Madrid y un equipo de investigadores de la Universidad Complutense de Madrid, la UNED y la Universidad Pontificia Comillas, apuntaba entonces a la necesidad de una intervención “precoz” de los servicios sociales como punto esencial para intentar revertir la situación de una persona que se ha quedado en la calle. El trabajo con “los nuevos”, los que llevan menos de un año en la calle, vuelve a ser señalado como esencial en el trabajo social con personas sin hogar.

A medida que el tiempo avanza, se multiplican los problemas, se acelera el proceso de deterioro personal. Los comedores sociales y las continuas esperas; el agotamiento físico y mental; la imposibilidad de conseguir un trabajo; la huella de la calle en la cara, en el aspecto físico; la destrucción de la autoestima; la soledad, el desamparo, sus estragos en la mente; la dureza, la violencia de la calle en la gran ciudad; el recurso al alcohol, a otras drogas, la pérdida de contacto con la realidad; el abandono personal, la enfermedad mental…

“Cuanto más tiempo pasa es peor, menos posibilidades tienen de salir de la situación de calle”, señala Ana, del centro de acogida de Vallecas, que, a pesar de todo, añade rápidamente que eso no significa que no sea posible una recuperación, pero siempre y cuando “se den las oportunidades necesarias y se trabaje muchísimo más con las personas”.

Más mayores a la intemperie

Otro de los grupos prioritarios por su vulnerabilidad son las personas mayores. La Encuesta del INE de Personas Sin Hogar muestra cómo casi se han duplicado entre 2005 y 2012 las personas sin hogar de entre 45 y 64 años, pasando de 4.746 a 8.808, así como las que tienen más de 64 años (879 frente a 504 personas en 2005).

Finales de marzo de un largo invierno en Madrid. Rondan las diez de la noche y un grupo de personas se agolpa a las puertas de una nave en un polígono industrial de la periferia. Es la entrada al centro de acogida. No hay casi ningún tránsito por la zona. Es zona de actividad diurna y a estas horas no se ve a nadie más por la calle. Amenazan algunas gotas de lluvia, aunque nada que ver con lo que ha caído en los últimos días.

cronicas-frio-23000-personas-calle-sin-hogar-3Los pies cansados, las caras cansadas, las cabezas agotadas. Todo el día en la calle, de un lado para otro. El alcohol se ha hecho fuerte. Es un momento tenso. Es fácil que salte una chispa y se produzca un pequeño incendio. Se producen conflictos tontos en esta espera, por falta de entendimiento, por las ansias de entrar, por la prisa por llegar a la meta del corto descanso: cenar y acostar.

Ya muy cerca de la puerta de entrada, la espalda de un señor con el pelo completamente cano. Arrugas en su rostro curtido. Ha llegado hace pocos días de Murcia. Su nombre es Miguel. Tiene más de 80 años. Está en la calle.

Texto: Santiago Gómez-Zorrilla
Fotos: Accem

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